El sacerdote

Tierno brote de aurora nacido bajo la tenue sombra de la cruz, bebe, nacido sin destino y mecido por las olas del azar, ¿Quién elegirá tu puerto? ¿Los que eligieron que nacieras y dieron forma a tu cuerpo?, ¿aquellos que entrelazaron sus cuerpos mientras se inundaban de sus besos, o aquellos que pusieron su cariño y lloraron de felicidad cuando aun no eras un niño?
Tú no te acuerdas, no escuchaste el chillido que arrancaste ni te acuerdas de las manos temblorosas de tus padres, porque habías nacido.
 Apenas te has dado cuenta y suena la campana del bautismo, y al empezar el camino te das cuenta, que el corazón ya no manda, manda el cura de tu pueblo, un cristiano a sueldo que elige la pila de tu bautismo.
Vas devorando el tiempo, eres niño, y dejas volar tu imaginación, vuelas sobre un corcel de pensamientos, sin obstáculos,  fortaleciendo al mismo tiempo, tu alma y tu cuerpo.
Cuando llegas a adolescente, efluvio de aromas de inocente, todo tú, eres luz,  nube de sonrisas, sonrosada piel de pudor, suave sueño de honor que llevas impreso en tu frente.
Va pasando el tiempo mientras percibes la brisa, la calida mirada, el repentino rubor, jardín de espinas y rosas donde cantan los ruiseñores al amor.
Sin que te des cuenta, ebrio de susurros llegan hasta ti los rayos de sus ojos, se encienden tus mejillas invadidas por el fuego del otro corazón, ya te sientes adulto, ya quieres ser mayor.
Con deseo asustadizo, sin querer y consistiendo vas buscando el camino, y sin poderlo evitar, como si volaran los cuerpos, os encontráis haciendo camino por el sendero universal, una mirada, un roce, una palabra suave, el balbuceo, el sentir y no poder decir, “te quiero”, eso es, amor de compañero.
   Y cuando esto y mil cosas más os pasan, y os envuelve uno o mil  besos, os sentís unidos os amáis y queréis decir ante Dios, “Si Quiero”, juntos camináis en alas del destino, el calor de un beso, el roce de una mano, la rebeldía de uno o de los dos.  
    Lo que dicen y el que dirán, los padres que vigilan, los vecinos que murmuran, la amiga celosa, la envidia del amigo, la duda que nace de un sin sentido, eso es forja eso es el temple del amor.
Y cuando todo esto se supera, cuando queréis decir SI ante la iglesia y buscáis al sacerdote de testigo, cuando tenéis solo un capricho, que es elegir el templo, vuestro cura, el que os bautizó u otro, sin piedad hurgando en vuestra herida os contesta, NO.
Ese NO, profunda oscuridad que abre ante vosotros el abismo, no os llena de rabia, os deja clavados en la impotencia, se ha desvanecido de momento vuestro pequeño castillo, el primer escalón  que habéis soñado subir juntos.
    Srs. Administradores del Cristianismo, el ser cristiano tiene un precio, pero ¿para cada cristiano hay una norma y un precio?
¿Por qué no queréis abrir la puerta de las Ermitas? ¿Quién te presiona?
 

Comments are closed.